Sólo porque ya hace dos días que finalizó, a todos los efectos, la campaña de la renta de 2014 nos aventuramos a sacar este tema en nuestro blog… sabemos que son necesarios, que sustentan el buen funcionamiento de un estado, que sin ellos los países no podrían financiarse pero no por todo esto, y otros motivos que no mencionamos, pagamos los impuestos con una sonrisa.
Las tasas que a continuación destacamos lo hacemos por considerarlas, cuando menos, extrañas. No creemos que quienes tributan tales rarezas les haga mucha gracia. A nosotros, algunos nos han sorprendido y es por ello que los queremos difundir.
Impuesto a los televisores: desde 1946, los británicos pagan por la posesión de televisores. Con este gravamen los gobiernos del Reino Unido recaudan fondos para la televisión pública, la BBC. El importe varía en función de la televisión que se posea pero estamos hablando de cifras nada desdeñables que rondan los 218 euros.
Impuesto por grasas saturadas: desde octubre de 2011, las autoridades danesas aceptaron que tanto sus populares y reconocidas mantequillas como los aceites tributaran. A estos dos tipos de alimentos se les grava un impuesto de 2,14 euros. El gobierno de Dinamarca argumentó la toma de esta decisión basándose en que era una medida preventiva a posibles problemas de salud derivados de los altos índices de obesidad entre los daneses.
Impuesto por tatuajes: desde 2002, en el estado de Arkansas (Estados Unidos), existe un impuesto del 6% sobre el total de las ganancias en todos los negocios que ofrecen servicios de tatuajes y piercings; impuesto que, evidentemente, también costean aquellos que se los hacen.
Impuesto por los inodoros: desde 2005, en Maryland (Estados Unidos) se pagan 46,92 dólares anuales (exactamente 42,82 euros) por tirar de la cisterna del W.C.
Propuestas que quedaron en eso
Impuesto por ser guapo. En Japón el economista Takuro Morinaga realizó esta singular propuesta a su gobierno: que a los hombres solteros y guapos de Japón se les aumentaran los impuestos y, en cambio, a los feos que se les redujera.
Lo que no sabemos es cómo ni qué organismo oficial determinaría quién es guapo, quién del montón y quién, en este caso por suerte, a tal punto feo que se le reducirían los impuestos.
Impuesto al ganado vacuno. En algunos países de Europa como Dinamarca o Irlanda se propuso que las vacas pagaran un impuesto por algo inevitable: sus flatulencias. Al considerarse éstas como las responsables de la emisión de gases invernaderos, dañinos para la salud de la población de estos países, podrían haber tenido un impuesto que alcanzaría casi los 13 euros por vaca.
Impuesto por obesidad: en Finlandia se propuso hace ya algún tiempo que los obesos pagaran un tributo por su gordura. La medida impositoria no prosperó por considerarse discriminatoria.